07 de abril de 2014 | Juan Perro
Al son de un perro mestizo
Lleva sombrero por convicción, nada de impostura, creo, y por si se presenta la ocasión para quitárselo, como repetía Sabina. Su color lívido bajo el sudor y los focos es engañoso. Una voz robusta, modular, escamada con inflexiones constantes, suficiente por sí misma en cantos al aire como No más lágrimas, lo colorean de negro. Envejece como un adolescente, sin perder el aspecto de joven inconformista que no se arredra, que da un golpe sobre la mesa, siempre con una clase suma e investido de autoridad moral.